Los sabores, las formas, los olores y los colores de la comida siciliana son símbolos de un placer irresistible en todo el mundo.

Entre los dulces destacan los cannoli y la cassata, que exaltan la frescura y la autenticidad de la ricotta local. La granita, una mezcla entre granizado y sorbete, deshace el hielo y se manifiesta en toda su cremosidad. Es difícil elegir entre sus mil sabores y está deliciosa hasta el punto de desbancar al mejor helado artesanal. Nunca va sola: se acompaña con un riquísimo brioche caliente, siempre con su «moño».

De la almendra, otro orgullo de la isla, se obtienen pastas que suelen elegirse como dulces recuerdos por aquellos que van a visitar a un amigo lejano, así como una leche refrescante y deliciosa y las creaciones asombrosas de fruta martorana, que animan los escaparates de las pastelerías y alegran a los turistas y transeúntes.

En Sicilia hay muchas delicias que tienen sus raíces en la tradición y la fe, que se han convertido en símbolos amados antes de ser consumidos.

Para hacer de puente entre lo dulce y lo salado, tenemos las naranjas rojas, más jugosas, procedentes de los campos más queridos al sol, y los pistachos más famosos, los de Bronte, ahora dueños de la escena culinaria gracias a su flexibilidad gastronómica, que va desde el empleo de su crema dulce en postres, a los coloridos pestos que combinan granos antiguos, en forma de platos inimitables.

Tesoros de sabores: desde el oro verde de Bronte al oro rojo más preciado, el azafrán, que conquista el paladar y te hace soñar. Y excavando en el sotobosque hallaremos joyas preciosas: setas y trufas.

Icono de sicilianidad, los arancini, cuyo nombre causa división entre los lugareños, pero su sabor pone a todos de acuerdo, son un manjar parecido a unas croquetas de arroz fritas tradicionalmente, la máxima expresión de la comida callejera siciliana.

Sicilia es la cuna de la dieta mediterránea, desde siempre el estilo de alimentación más sano y variado, y ensalza también el pescado y las hortalizas a través de su caponata y parmigiana, pero también mediante sus encurtidos e infinitos productos típicos entre los que triunfa el tomate de Paquino.

En Sicilia, la mesa se convierte en un «teatro» de sabores apasionantes: es el caso de la pasta alla Norma, con salsa de tomate y berenjenas fritas, rebautizada así porque se considera sublime como la obra homónima de «El cisne», el compositor Vincenzo Bellini.

Carnes de ganaderías históricas, como el cerdo negro de Nebrodi, complementan menús ricos y sorprendentemente impecables.

Además, cada vez se cotizan más los vinos sicilianos, auténticos, embriagadores y versátiles. Te invitamos a saborear esta isla a pequeños sorbos, con una copa en la mano y el corazón contento. 

Recorriendo los senderos nostálgicos del gusto, descubrirás que incluso mojar un poco de pan en aceite es la razón por la que nunca te hartarás de Sicilia.